Noventa años no se cumplen todos los días. Y si, además, como es el caso de Nelly Raquel Sturla -mi queridísima madre- te anima un espíritu indómito de viajar por el mundo, la idea de celebrar la ocasión en un lugar para el recuerdo se vuelve un plan fuertemente seductor. Mi vieja jugueteaba con la idea de elegir un destino especial, único, insuperable. Después de varias idas y venidas, al final optó por la isla de Malta. La motivó la lectura sobre los ocultos encantos de un archipiélago casi perdido al sur del mar Mediterráneo, a medio camino entre Europa y África, que algunos estudiosos sugieren podría ser parte de los restos de la sumergida ciudad de Atlantis.

Con más de siete mil años de historia y un descomunal legado arquitectónico, cultural e histórico, este grupo de tres islas ostenta atractivos auténticamente singulares. Allí se asientan algunos de los templos más antiguos de la humanidad; sus tierras, de belleza austera, aunque impactante, están saturada de poblados pintorescos, con calles blancas y amarillentas, que contrastan con sus costas de un mar azul intenso. Resalta la majestuosidad de los palacios de los caballeros de la Orden de San Juan, la profusión de iglesias, imágenes religiosas y la imponencia de sus principales ciudades: La Valeta, Mdina y Victoria. Gozo, una islita tan fascinante como despojada, es una de las mecas para los amantes del buceo en el Mediterráneo.

Mi expectativa, confieso, estaba condicionada. “Es una isla rocosa, sin playas bonitas y con un clima sofocante en el verano”, había escuchado de boca de algunas amistades. Con total franqueza, desconocía buena parte de su rica historia y su cultura milenaria. Como contrapartida, había recibido excelentes referencias de un colega periodista maltés, Matthew Caruana Galizia, a quien tuve oportunidad de conocer luego de una tragedia personal, semanas después de que su madre fuera brutalmente asesinada tras estallar un artefacto explosivo cuando viajaba en su automóvil.

Daphne Caruana Galizia, el nombre de la madre de Matthew, era una conocida reportera investigativa que indagaba sobre la corrupción de la elite política-empresaria local. Una mañana de octubre de 2017, a poco de salir de su casa en el poblado de Bidnija su auto voló por los aires tras la detonación por remoto de medio kilo de dinamita. Al oír la explosión, Matthew acudió rápido a la escena del crimen. Encontró el vehículo carbonizado y restos del cuerpo de su madre. Me sorprendió su entereza y su voluntad férrea en la búsqueda de justicia. A tres años y medio del asesinato, una exhaustiva investigación de medios internacionales permitió conocer detalles del caso y determinó el procesamiento y la condena de varios de sus responsables además del señalamiento del supuesto autor intelectual. El caso forzó la renuncia del ex premier Joseph Muscat, movilizó a la sociedad de Malta y agitó a la opinión pública internacional.

Los balcones de La Valeta

Tras una semana de recorrido por las atracciones más populares de Sicilia, acompañada por mi hermana, mi madre viajó con destino a La Valeta, capital de la isla principal, que apenas mide 25 kilómetros de largo por 12 de ancho. Mi intención era darle la sorpresa justo en el día de sus 90, viajando de modo subrepticio desde Londres. Tras dos horas y media de vuelo, llegué al hotel cerca de la medianoche. Entre el asombro y la emoción del encuentro, soplamos las velitas, festejamos con champán y trazamos el itinerario para disfrutar a pleno de nuestro destino.

La peculiaridad de las concurridas calles de La Valeta, el rasgo distintivo que le imprime un sello bien marcado, está dada por la sucesión de balcones coloridos y cerrados que decoran la mayoría de los edificios -no mayores de tres pisos- de la zona antigua de la ciudad, alrededor del puerto. Reconocida por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, precisamente por su arquitectura, la identidad de La Valeta se distingue por estos balcones de madera que se denominan “gallarijas” en maltés y que, en su traducción al español, significa galerías. Cuando consultamos a los locales sobre el origen de estos graciosos miradores, nos dieron distintas versiones. Sus características barrocas, aseguran algunos, los vinculan con la Corona de Aragón, si bien otras hipótesis atestiguan que los balcones malteses tienen su origen en el norte de África, y especialmente de culturas de origen árabe. Como me explicaba una guía de turismo muy versada en la historia del país, la influencia de culturas variadas en la isla a través de los siglos hace difícil determinar con precisión quienes iniciaron esta tradición arquitectónica.

Si bien el casco antiguo de la ciudad capital es pequeño, sus calles de color ocre están atiborradas de escaleras y pendientes, razón por la cual después de un rato, es necesaria una pausa para recobrar el aire. La profusión de simpáticos barcitos y restoranes con mesas afuera es una invitación para sentarse y disfrutar del clima que en primavera es sencillamente espectacular, con sol pleno y temperatura agradable. Malteses y turistas comen, beben y conversan en una ciudad que disfruta de la calle. El idioma maltés, uno de los dos idiomas oficiales junto al inglés, proviene del árabe aunque ha sido influido en buena medida por el italiano.

El primer brindis, de muchos que le seguirían durante el periplo, fue por los noventa de mi vieja y se administró con Aperol Spritz. Pero también experimentamos con la llamada “Kinnie”, la bebida predilecta de los malteses. Se trata de un refresco sin alcohol, un poco gaseoso y amargo, elaborado a base de quinina y naranjas amargas. Tiene un sabor particular, que definiría como una combinación entre tónica y té helado. Aunque sobre gustos no hay nada escrito, no lo recomendaría.

A pasear por las calles del centro de la ciudad, llaman mucho la atención las estatuas de santos que visten cada una de las esquinas de la ciudad. Es una costumbre de la época romana, aseguran, que sirve para mantener viva la fe cristiana de un pueblo tan religioso como practicante. La devoción y el fervor de los malteses por la religión se puede medir en la cantidad de iglesias que existen en la isla (supera las 360), siendo la catedral anglicana de San Pablo, una de las más populares y conocidas en la capital.

Acaso una de las mayores atracciones de La Valeta, al norte de la ciudad, es el suntuoso Fuerte de San Telmo, que se erige con una vista impresionante sobre la península de Sciberras. Testigo y protagonista de significativos eventos en la historia de la isla, la fortaleza fue construida en el siglo XVI por los caballeros de la Orden de San Juan como una estructura militar para protegerse del belicismo de las potencias vecinas. Según cuenta la historia, durante ese mismo siglo, sus caballeros resistieron más de un mes la embestida de las tropas turcas, en combates que dejaron como saldo miles de muertos.

La principal celebración del nonagésimo aniversario de Nelly Sturla se llevó a cabo en el elegante restorán Phoenix del Phoenicia, un hotel cinco estrellas de los mejores de Malta, durante una cena deliciosa regada con buen vino. La gastronomía maltesa esta fuertemente influida por la cocina italiana, especialmente la siciliana, en armonía con las tradiciones árabes. Tras el brindis, seguimos con los planes para el día siguiente: visitaríamos la antigua capital medieval de Mdina.

Ciudad medieval de Mdina y ruinas prehistóricas 

Partimos temprano desde La Valeta y en media hora ya estábamos llegando a una de las ciudades medievales amuralladas mejor preservadas de Europa, ubicado en lo alto de una colina en pleno centro de la isla de Malta. Escenario de grandes producciones cinematográficas, como Juego de Tronos, esta urbe de calles estrechas y ambiente tranquilo -conocida como la ciudad del silencio-, se distingue por sus edificios de piedra caliza, construidos en su mayor parte por los caballeros de la Orden, aunque en su historia ha sido habitada por fenicios, romanos y árabes.

Sus calles infunden sosiego e intimidad, una joyita del patrimonio histórico que es imposible perder de vista en un viaje a Malta. La plaza principal, la catedral barroca, el museo de historia natural y el parque de Fontanela, desde donde hay una espectacular vista panorámica de toda la isla en días claros, son lugares imperdibles para no perder de perspectiva en la apacible Mdina.

Para completar el tour cultural del día, después de almorzar partimos hacia el sur de la isla para visitar las ruinas prehistóricas de Terxien, según los expertos uno de los monumentos de piedra en pie más antiguos del mundo, que datan de ¡siete mil años! Estos templos, afirman los arqueólogos que han estudiado el terreno, son incluso anteriores a las grandes pirámides de Egipto o al círculo británico de Stonehenge. Resulta increíble comprobar lo bien conservadas que están estas ruinas, sobre todo teniendo en cuenta su antigüedad.

Gozo, una meca del buceo

En realidad, un viaje a Malta no tiene mucho sentido si no se visita la bellísima islita de Gozo, uno de los lugares top para los buceadores en el mar Mediterráneo. Para llegar a la isla, es necesario atravesar buena parte de Malta. Y aprovechamos entonces para recorrer otros sitios interesantes como el conocido pueblo de “Popeye”, situado en la bahía de Anchor, cerca de la ciudad de Mellieha. A pesar de que cuando llegamos había un viento cruzado que casi se lleva volando a mi madre y a mi hermana juntas, este lugar es ideal para vacaciones en familia, un genuino parque de atracciones dedicado al conocido personaje de dibujos animados. Al mismo tiempo, la bahía de Anchor también es conocida por sus aguas cristalinas y turquesas, que atraen todos los años a cientos de submarinistas de distintas partes del mundo.

Gozo quedó para gozar hacia final del viaje. La belleza de sus playas y el azul profundo del océano, la magnificencia de sus cuevas y acantilados, y la solemnidad de sus pueblos fortificados convierten a este paraje en un destinado deseado. Para llegar a la islita, de solo 67 kilómetros cuadrados, es necesario tomar un ferry desde Malta que demora solo media hora en llegar. El ambiente es más sereno y rural que en la isla principal ya que está habitada solo por 30 mil personas.

Ciudadela de Victoria y Comino

Lo primero que hicimos fue visitar la Ciudadela de Victoria, la capital, que se recorre de a pie. Es una pequeña ciudad fortificada en el corazón del pueblo, dominada por tonos amarillentos y ocres. Restaurada hace poco tiempo, la Ciudadela es sede de las principales atracciones culturales de Gozo: la Catedral de la Asunción y varios edificios históricos convertidos en la actualidad en una serie de museos. Es el punto más alto de la isla. Las callecitas sinuosas de la Ciudadela terminan en unas escaleras que permite escalar hacia las murallas defensivas. Una vez arriba, la vista panorámica desde los muros es extraordinaria y se puede apreciar la mayor parte de la isla.

Aquellos que aseveran que Malta es una isla donde no se puede nadar por la abundancia de rocas y peñascos, no han tenido oportunidad de conocer las hermosas playas de Gozo. Regresando por la costa, nos acercamos a Xlendi, que tiene una playa estupenda y una de las aldeas más bellas de la isla, donde paramos a almorzar y degustamos un pescado fresco. Atravesamos una ruta de poco mas de diez kilómetros que une Mgarr con la bahía de Xlendi y quedamos boquiabiertos al contemplar los esplendorosos acantilados de Ta’ Cenc.

Siguiendo el trayecto costero, pasamos por la estrecha ensenada de Wied, otra de las zonas más retratadas y pintorescas de la isla: una lengua azul turquesa cercada de acantilados al norte de la isla. Enseguida viene Marsalforn, una de las playas más concurridas de Gozo, que también tiene uno de los resorts más populares de la isla. Luego hacia el oeste, arribamos a la bahía de Dwejra donde se erigía la famosa Ventana Azul, un arco natural de piedra caliza de casi 30 metros de altura, que fue hasta hace cuatro años una de las principales atracciones de la isla, sede de varias filmaciones y series. Un fuerte oleaje provocado por una tormenta la derribó en marzo de 2017.

Entre Malta y Gozo, existe una isla aún más pequeña llamada Comino. Declarada reserva natural y totalmente libre de vehículos, la Laguna Azul representa uno de los símbolos del país: es la playa más linda, ideal para darse un baño en sus aguas trasparentes y para practicar buceo. El fondo marino aloja cuantiosas especies exóticas y plantas autóctonas de la zona. De ensueño.

El viaje se extendió por espacio de cinco días. Fue intenso por los kilómetros que transitamos en tan poco tiempo, pero alucinante por lo mucho que disfrutamos y todo lo que aprendimos de una cultura tan rica y una historia milenaria. Mi vieja, que aguantó el ritmo acelerado casi sin queja, se deleitó y disfrutó al máximo con su viaje soñado. Y para mi fue un autentico placer haber compartido una semana tan especial en un lugar tan lindo. Noventa años no se cumplen todos los días.

* Periodista argentino radicado hace más de 25 años en el exterior