▲Foto Syaibatul Hamdi
Ha pasado un buen tiempo desde la aparición del COVID-19. El trauma se ha instalado en nuestra cotidianidad. Traumático, en este contexto, lo tomamos en el sentido de aquello que irrumpe en la vida e interrumpe los significados habituales, quedando desprovistos de explicaciones y referencias que orienten. Se rompe la trama simbólica colectiva y también la personal.
Hoy la cotidianeidad se ve irrumpida por un real que invade los cuerpos, un virus a nivel mundial impacta en todo el mundo y, de pronto se pone en primer plano, opacando otras cuestiones. Cabe suponer que esto, en tanto acontecimiento perturbador a nivel colectivo tendrá sus efectos en las subjetividades.
El miedo angustiante con disfraz de virus mundial es fundamentalmente el temor a lo desconocido, a eso que nos saca del confort al que estamos acostumbrados, (aunque pueda ser doloroso y sufriente). Se trata, por tanto, de una emboscada fatal donde perdimos el lugar que teníamos en la queja de nuestra vida diaria.
Efectos en el futuro
En la clínica psicoanalítica observamos como esto traumático resuena de distintas maneras en nosotros. Cada uno va a intentar enfrentarlo como pueda, es así que algunos se van a ritualizar aún más en sus manías diarias, otros se pondrán más evasivos en sus fobias, otros podrán delirar con teorías conspirativas, y algunos trasgredirán las medidas que se aconsejan. Como pasa en las guerras, la cotidianidad de los sinsabores y de algunos placeres ha sido arrasada, dejándonos a merced de este gigante virulento que parece no tener medida ni freno, lo cual lo convierte en nuestro imaginario, con necesidad de respuestas inmediatas, en un rival invencible y mortífero donde todos somos inocentes y víctimas por igual. Porque no hay que desconocer que esta pandemia no tiene distinción social en el contagio.
Esta pandemia va más allá de una emergencia médica ya que desnuda otros problemas existentes en nuestra sociedad: desigualdades, brecha digital, olvido en el cuidado de personas vulnerables, falta de recursos sanitarios. El filósofo coreano Byung-Chul Han plantea que “la pandemia vuelve a hacer visible la muerte, que habíamos suprimido y subcontratado cuidadosamente. La presencia de la muerte en los medios de comunicación está poniendo nerviosa a la gente”.
El virus es un espejo, muestra en qué sociedad vivimos. Y vivimos en una sociedad de supervivencia que se basa en última instancia en el miedo a la muerte.
Esta pandemia permitirá visibilizar cosas que ya estaban pero también pone de manifiesto la vulnerabilidad de los sujetos, es un momento de incertidumbre que permite situar a modo de marca que no hay garantías, queda al descubierto, que la existencia no está garantizada por un Otro.
No hay medida cuantificable para homogeneizar el impacto de las tragedias comunes y apocalípticas. Cada uno de nosotros hará lo que pueda con su propio virus, no el de la pandemia, sino el de la fantasmática singular, esa que agobia y que estas catástrofes no hacen más que potenciarlas.
La pandemia también golpea nuestros egos y nos hace más vulnerables y próximos.