Cuando explotó la pandemia en marzo 2020 todos nos volvimos  Master Chef y expertos en masa madre, incluso quienes no te cocinaban ni un huevo duro, cruzaron la barrera de ingreso a la cocina. La cuarentena  nos regaló tiempo en casa, un bien muy preciado que en el día a día en general no nos pasa tanto.  Pero esta explosión de cocineros no necesariamente estuvo acompañada de una alimentación saludable ni balanceada, sino que en su mayoría se trató de preparaciones hiper ricas pero también hiper calóricas.  Son preparaciones que en la diaria por general no hacemos por falta de tiempo: panes caseros, tortas, budines, dulces, medialunas y la lista sigue. Si agregamos el estar en casa todo el día reduce considerablemente nuestro gasto energético y la baja de la actividad física, esto nos resulta en muchos casos en aumento de peso.

Mantener una alimentación balanceada y saludable resulta difícil para muchas personas, a veces por tema de gustos, hábitos, información o simplemente pereza. Pedir una pizza o un chivito es más sencillo que planificar un menú, hacer las compras y cocinar. Pero a la larga eso tiene un precio e impacta en nuestra salud. Darse un gusto está perfecto y es sano, pero cuando el gusto se vuelve la norma, es señal de alarma.

En 1850 el filósofo y antropólogo alemán Ludwin Feuerbach escribió la famosa frase “somos lo que comemos” y ¡cuánta razón tenía! Creo firmemente  en que una alimentación sana y variada nos ayuda a sentirnos más enérgicos y fuertes. La dieta es muy importante a la hora de prevenir o provocar una enfermedad; pero  es un factor más entre muchos otros como la predisposición genética, los agentes contaminantes o los microorganismos que también son de vital importancia. Una cosa es segura: el resto de los factores no podemos controlarlos, pero sí la alimentación. Por eso es realmente importante prestarle la atención que merece.

Actualmente viene tomando fuerza el concepto de cocina o alimentación consciente. ¿Qué quiere decir esto? Básicamente se trata de estar 100% presente y conectado con el acto tanto de cocinar como a la hora de comer. Pensar en que no sólo estamos satisfaciendo nuestra hambre sino que estamos realmente nutriendo nuestro cuerpo. Elegir productos de calidad, conocer sus beneficios, entender qué alimentos me hacen bien y cuáles no tanto es todo parte de la alimentación consciente. Otro aspecto muy importante es la relación emocional con la comida, y creo que es de especial importancia para el momento que estamos atravesando. Muchos de los conflictos emocionales que atravesamos terminan impactando en nuestra alimentación. Si pensamos en un estado de ansiedad, como puede estar ocurriendo ahora con la pandemia, esto nos lleva muchas veces a comer de forma compulsiva, sin hambre o simplemente para “calmarnos”.

Existen pequeños tips que podemos hacer para acercarnos a la cocina consciente, ya sea si como solo o si comparto las comidas con mi familia.

  • Tomar consciencia de los alimentos que tenemos delante, parece algo volado pero si lo pensamos bien es muy importante. Hagamos el ejercicio de entender de donde viene esa comida, que tan procesada es. Si pensamos que el alimento es lo que nos da la energía que necesitamos para vivir, comienza a tomar otra dimensión.
  • Tomarnos el tiempo necesario (siempre que se pueda) para comer, al menos 20 minutos. En época de home office lo mejor es establecer un horario y respetarlo, alejarnos de la computadora y sentarnos en algún lugar tranquilo.
  • Idealmente no comer frente a la tele, la computadora o con el celular, de manera de estar más presente y atento al acto de comer. Les pasó de comer mirando tele que cuando miran el plato piensan ¿ya me comí todo esto?
  • Comer con la razón, para aprender a comer saludable. Poder reconocer cuando es hambre de verdad, cuando es hambre emocional y cuando comimos suficiente.

No es realista ni tiene sentido querer empezar a aplicar todos los tips de un día para el otro, pero podemos empezar de a poco y lograr grandes cambios.

Está claro que el foco hoy está puesto en la pandemia del Coronavirus y estamos todos intentando sobrellevar la nueva normalidad, el encierro parcial, el home office, el zoom y todo lo que esto conlleva. Pero no debemos olvidar que la pandemia del sobre peso y la obesidad sigue vigente, cada vez más fuerte, y el Covid no hizo más que acrecentarlo.  Se han dado a conocer estudios recientes (con muestras pequeñas y tal vez no del todo representativas) que demuestran que el Covid trajo consigo algunos cambios poco alentadores  en nuestras conductas alimentarias.  Entre algunos de los resultados que más llaman la atención, se encuentra el aumento en el consumo de carbohidratos. Esto se debe a que a raíz de las cuarentenas la población en general hacía menos salidas ya sea al supermercado, la feria, etc. lo que resultaba en comprar menos alimentos frescos y más alimentos no perecederos que casi siempre suelen ser carbohidratos o conservas. También como mencioné anteriormente, el hambre emocional, el estrés y la ansiedad llevaron a un aumento del consumo de este grupo alimentario. Es importante identificar este problema y en la medida de lo posible, volver a incorporar frescos en la dieta. Busquemos que el invierno no sea un sinónimo únicamente de comida de olla. Los alimentos frescos ya sean frutas o verduras son de una riqueza nutricional inmensa, es nuestro deber aprovecharlas al máximo.

“SEA EL ALIMENTO TU MEDICINA, Y LA MEDICINA TU ALIMENTO”

Y para finalizar, como dijo Hipócrates: “sea el alimento tu medicina, y la medicina tu alimento”.  Prestemos atención a qué y cómo comemos, porque puede ser la diferencia entre un cuerpo saludable y lleno de energía y otro que no. Así como nos preocupamos por nuestro aspecto físico y la ropa que usamos,  cuidemos mucho nuestro interior porque sin este no somos nada. Que la pandemia nos enseñe al menos, entre tantas otras cosas, lo vulnerables que son nuestros cuerpos y lo importante que es nutrirlos con alimentos de verdad.